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Frontera de psicosis: Chiloé como eje de la expansión extractivista hacia el sur de Chile

13 de Marzo de 2017

 

Sebastián Henríquez

Investigador del Centro de Estudios Sociales de Chiloé (CESCH)

Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales UDEC

 

* Ensayo contenido en el próximo número de la revista argentina Sudacas, sobre luchas territoriales del Cono Sur.

 

Raros y sumamente difíciles han sido los últimos meses en el Archipiélago de Chiloé, en el sur de Chile. En un territorio en que la magia y la mitología se confunden y entrelazan con la cultura y la naturaleza, la intervención humana se hace sumamente notoria en el mar, en el suelo. Es en ese contexto cargado de simbolismos y tradiciones donde la contradicción capital-trabajo empieza un nuevo ciclo, donde se reconvierte para impulsar con más energía una forzada vinculación con los centros del poder político y económico, trastornando nuestras vidas y en ello el cómo nos relacionamos con el medio natural que nos acoge.

 

Allí donde el sol nace, también muere, y el mar una vez más ha tocado nuestras puertas.

 

Chiloé: De la Economía doméstica familiar a la industrialización urbana en la dictadura.

 

El Archipiélago de Chiloé es un complejo territorial formado por una isla grande y varias islas pequeñas, ubicado en el sur de Chile. Originariamente zona de pueblos nómadas y recolectores (como los chonos), a lo largo de su historia ha experimentado sucesivos desplazamientos poblacionales, siendo especialmente relevante la llegada del pueblo mapuche-williche (aproximadamente en el siglo trece), lo que significó la migración forzosa de los pueblos recolectores hacia el sur. No obstante el enfrentamiento cultural, dicho encuentro tuvo también como resultado la retroalimentación colectiva de saberes entre dichos pueblos, integrando la economía prioritariamente marítima-recolectora de los chonos con la desarrollada agricultura de la papa o el maíz del pueblo williche.

 

Con la llegada de los conquistadores españoles, las y los chilotes pasaron a formar parte del entramado político y económico de La Corona, estructurando a pequeña escala las instituciones con que se obligó a los pueblos a servir de mano de obra para los nuevos grandes hacendados que se instalaron en el territorio a sangre y fuego, prevaleciendo de esa forma ante los pueblos indígenas, cuyos levantamientos significaron la muerte de gran parte de la población williche y su reducción a comunidades aisladas, sin posibilidad de disputa en términos de economía o producción, y por tanto sin margen para una disputa territorial o política. Además los conocimientos traídos desde el viejo continente contrastaron y disputaron los saberes ancestrales del pueblo williche, sintetizada dicha contradicción en la persecución y descrédito de las figuras religiosas y ceremoniales williche, especialmente la machi, y la consecuente sobrevaloración de la magia y los brujos (españolizados) en la nueva tradición doméstica local.

 

Dicho conflicto socio cultural tuvo su mayor expresión en la etapa posterior a la anexión del territorio insular a la naciente República chilena en 1826, proceso en el cual la nueva administración del país, sea por imposibilidad física-comunicacional o por priorización política-económica, descuidó las nuevas zonas anexadas, permitiendo una reconfiguración local del poder, mediante el alzamiento de una nueva estructura, la Recta Provincia, conformada por los autodenominados brujos, quienes de cierta forma ejercieron el control político de la región hasta su persecución, juicio y muerte por parte del Estado de Chile a fines del siglo diecinueve[1].

 

En el mismo período, los pueblos del Archipiélago lograron consolidar procesos productivos basados principalmente en la satisfacción de la demanda local y en el establecimiento de pequeñas industrias urbanas. De esta forma, al ser el consumo doméstico el eje central sobre el cual se articulaba la economía, las formas y los eventos con que se realizaba dicha actividad se construyeron a partir de una fuerte conciencia comunitaria y familiar, sintetizando dichas experiencias en la figura de la Minga, eventos sociales en que las y los pobladores se ayudaban mutuamente entre sí a producir sus tierras, recibiendo a cambio parte de la producción, además de la comida y el abrigo necesarios durante los días de faena.

 

Esta forma de vida permaneció con escasa intervención estatal hasta fines del siglo veinte, período en el cual, para revertir la crisis económica de principios de los años 80, los regentes de la Dictadura Militar impulsaron una serie de proyectos económicos con el objeto de cambiar la matriz productiva de distintas regiones del país, potenciando el mercantilismo a través de la producción y extracción de materias primas para su comercialización a gran escala a nivel internacional[2]. Dicho plan conllevó el establecimiento de varias industrias a lo largo del país, lo que en nuestro territorio tuvo como resultado el establecimiento, hasta hoy, de la industria acuícola salmonera, quienes so pretexto de estabilidad laboral y financiera, vincularon a los habitantes del territorio a sus faenas, condicionando una masiva migración del campo a la ciudad, una progresiva dependencia del dinero y un cambio del entorno rural y urbano con la irrupción a gran escala del comercio, el transporte de mercancías y el establecimiento de una pequeña y gran infraestructura productiva al servicio del nuevo eje económico local, manteniendo una urbanización acelerada y permitiendo la postergación de las zonas rurales, quienes se ven excluidos del acceso a salud, educación, agua y energía.

 

La Crisis de Mayo: Responsabilidades tras la Marea Roja.

 

La continua transformación del territorio, así como una indiscriminada explotación del mar, han hecho que el medio natural se resienta de gran manera ante dicho cambio, experimentando periódicas crisis, cada vez más graves, que, en nuestro caso, han tomado la forma de marea roja, siendo la del año pasado la más intensa y extensa, provocando la muerte de gran cantidad de especies marinas, hecho que no había sucedido anteriormente[3]. Este trastorno natural significó para los pueblos del Archipiélago la privación de su principal fuente de subsistencia y trabajo, lo que se sumó en los centros urbanos a la creciente cesantía de los trabajadores de la industria del salmón, afectada hacía semanas por un virus que causó la mortandad de miles de toneladas de producto.

 

Lento fue el descubrimiento de la magnitud de lo que pasaba, pero no así la reacción de las y los chilotes, quienes rápidamente optaron por movilizarse ante la nula respuesta de las autoridades y el silencio culpable de los empresarios salmoneros. Cortes de carretera, barricadas y fogatas interminables se sucedían pueblo tras pueblo, denunciando al calor del mate que la culpa no era de la naturaleza, sino del hombre y sus negocios. En asambleas improvisadas alrededor del fuego y con el temor constante de la represión del Estado, las y los pobladores fueron enhebrando los acontecimientos recientes con sus conocimientos de la tierra y el mar que viven y trabajan, constatando así el final de una historia que no acaba, la de la destrucción de nuestro Archipiélago y el sometimiento de nosotras y nosotros mismos con ello.

 

El Gobierno salió rápidamente a tapar los hoyos de una legislación y fiscalización deficiente, no escatimando recursos ni vergüenzas para culpar de la crisis a fenómenos naturales, al calentamiento global y a supuestas raras condiciones meteorológicas, sin esperar estudio alguno y con la presión constante de un pueblo que se moviliza con fuerza y decisión[4]. Sin embargo, la masividad y organización de las y los chilotes, en la isla y en el continente, así como el flujo rápido de información por redes sociales, permitieron que rápidamente se disputara aquel discurso, posicionando en el debate nacional los argumentos que muestran el deterioro sufrido por el mar a causa de la industria salmonera, quienes durante décadas han crecido sin fiscalización alguna, contaminando no sólo los bordes costeros, sino que el maritorio completo, posibilitando de esa forma nuevos fenómenos de marea roja, que, como se señaló, cada vez son más intensos y dañinos.

 

Esta crisis no fue superada sino por la propia falta de perspectiva de quienes conducían la movilización (principalmente pescadores), los que acusaron un evidente gremialismo al plantear sus demandas, lo que significó división y malgasto de energía con el resto de organizaciones sociales y de trabajadores, no pudiendo hacer frente al Estado en mantener una movilización masiva que pusiera en la mesa el verdadero conflicto, más allá de lo económico. Esto permitió a los operadores del Gobierno dilatar el conflicto, permear la opinión local y nacional, y negociar separadamente con los gremios y localidades, profundamente separados en cuanto a demandas y organización.

 

Quienes salieron airosos, una vez más, fueron los empresarios salmoneros, quienes no solo se han desligado de responsabilidades, incluso siendo fuertemente apuntados por el vertimiento de 9000 toneladas de salmones muertos semanas antes que estallara la crisis, sino que también han obtenido jugosas indemnizaciones y financiamiento para solventar las pérdidas que su propio descuidado manejo han causado a sus industrias y al medio ambiente, aunque a esto último seguramente no se le destinará ninguno de esos dineros[5].

 

No obstante, dichos sucesos también permitieron la vinculación y organización de amplios sectores de trabajadores y pobladores, quienes mantenían escasa participación hasta entonces. No se pone en duda, en ese sentido, que existen y existirán fuerzas que combatan de manera organizada los planes del empresariado nacional y transnacional, aunando los sentidos, las manos y nuestras voces en un gran vendaval que irrumpa mediática y políticamente en la vida local y nacional, planteando la posición de las y los postergados, chilotes de vidas sencillas y dignas que conviven y respetan la tierra y el mar en que viven y conviven.

 

El día después: Reconversión laboral y amenaza minero-forestal-energética.

 

Aún están por verse las verdaderas consecuencias de lo sucedido el año pasado. Mientras tanto, el capital no da tregua y prepara nuevos embates con los cuales subordinar nuestro territorio y su gente. Y lo hace con prisa, puesto que la sobre explotación del territorio chileno ha puesto en jaque a los empresarios, quienes han visto como su producción desmedida se les va de las manos, necesitando con urgencia una solución que de oxígeno a su economía y mantenga rentables los negocios, ampliando los mercados, las rutas y las zonas de sacrificio ambiental. El empresariado chileno en esto hará gala nuevamente de su miopía estratégica y forzará el crecimiento de la única manera que parece saber hacerlo: más fábricas, más extracción. Cero innovaciones o desarrollo tecnológico productivo, escasa investigación y mínimo aporte a nuevas formas de producir de manera sostenida y sustentable, de alguna forma más armónica (si es que se puede) con el entorno natural y los pueblos.

 

En el caso de Chiloé, esto traerá consigo una nueva fase en su devenir histórico, en la cual se avanza un paso más en la integración con la economía nacional e internacional, pasando a formar parte permanente de los flujos económicos en el continente, subordinando la producción local a la industria extractiva y precarizando aún más las condiciones laborales de las capas más pobres de las comunidades, especialmente de las zonas rurales, quienes ven como su economía de subsistencia se ve desplazada por la necesidad del dinero y el comercio para sobrevivir.

 

Dado este contexto, la construcción del puente sobre el Canal de Chacao aparece como la inversión estratégica más fuerte de las últimas décadas[6], no tan sólo por los millones que se gastarán, sino porque representa la anexión definitiva de nuestro territorio a los circuitos productivos nacionales e internacionales (según la IIRSA), permitiendo la extracción indiscriminada de recursos tanto del Archipiélago como de la Patagonia chilena, la cual se vinculará a través de mega puertos, con su centro en el mega puerto que se proyecta en Quellón, al sur de la Isla Grande de Chiloé.

 

Este plan de expansión de la economía chilena significará, en lo pronto, la instalación de industrias mineras y forestales a gran escala en nuestro territorio, las cuales hasta hoy mantienen un rol escaso o nulo en nuestra economía local, potenciando de esa forma la precarización laboral y el deterioro progresivo de las fuentes naturales de agua y recursos. Además, el plan contempla aumentar las fuentes de energía de manera significativa de aquí a unas décadas, lo cual representa otra amenaza latente para nuestro Archipiélago, especialmente por la instalación de megaproyectos de energía eólica, cuyas aerogeneradores de 150 a 180 metros de altura son instalados sobre las denominadas turberas ombrotróficas o “de altura”[7], grandes zonas de tierra donde se acumula y reserva el agua, afectando así los flujos de la misma, con consecuencias serias en cuanto a daño del medio natural y para el acceso de las comunidades aledañas. Todo esto como parte también de una planificación estatal sobre “polos de desarrollo energético” que es una forma sutil de llamar a las nuevas zonas de sacrificio que soportarán en sus territorios el crecimiento industrial y comercial[8].

 

Los rostros tras el papel: Desafíos en la re-construcción del y la chilote como proyecto histórico.

 

Los pueblos originarios lograron elaborar propuestas comunitarias que a partir de su experiencia sensible tuvieron expresión en variados ámbitos de la vida colectiva, sintetizando las distintas cosmovisiones en que el equilibrio entre el individuo, la comunidad y el medio natural era el punto de partida sobre el cual construyeron y experimentaron proyectos históricos de sociedades. Esta dinámica de vida, tantas veces iniciada y tantas otras interrumpida, se mantuvo en las localidades chilotas hasta bien entrado el siglo veinte. Hoy, la tecnología, el consumo y, sobre todo, la dependencia financiera y laboral nos han vinculado a un sistema económico y político al cual no optamos ni decidimos, y al cual la tierra y el mar se resienten.

 

Urge, por tanto, hallar en el camino de la organización y la conciencia, las respuestas que nos permitan re-encontrarnos con nosotras y nosotros mismos, con nuestras comunidades y nuestro territorio, buscando en el entendimiento colectivo aquellos saberes que nos fueron negados y construyendo otros propios que nos permitan desenvolvernos hacia el futuro. En ese andar, es la cooperación y la solidaridad entre los pueblos, entre las personas, lo que nos reconciliará con aquello que somos y con aquello a lo que pertenecemos.

 

La chilotidad, o cultura chilota, no es letra muerta, no es paisaje turístico ni plato de comida, es vivencia histórica, es sufrimiento de miles de chilotas y chilotes que hoy en día viven las contradicciones de un sistema impuesto e impropio, que ensucia nuestras comunidades y perturba nuestras mentes. Es y será importante re-conocernos en este momento histórico, afrontar con pensamiento crítico nuestra realidad y re-construir con doble esfuerzo nuestras familias y nuestras comunidades. Los territorios, las ciudades y los pueblos son expresión de lo que somos, de lo que consumimos y creamos. De nosotras y nosotros depende cultivar esa semilla, sembrar ese campo y recoger los frutos con que la vida nos recompensará aquella ardua tarea.

 

En el largo camino de este nuevo entendimiento, habrá dificultades, errores y fracasos, pero allí donde existe explotación, machismo y violencia, germinará con brío la semilla de la libertad, la dignidad y la consecuencia, con la frente en alto, remando con fuerza.

 

Notas/

 

[1] Para profundizar en este tema ver “Chiloé, Cultura de la Madera. Proceso a los brujos de Chiloé” de Mauricio Marino y Cipriano Osorio.

 

[2] Para profundizar en este tema ver “La Transformación Económica Chilena entre 1973-2003” en http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-719.html

 

[3] Un artículo acabado que aborda la definición y problemática de la marea roja en Chiloé en el siguiente link: http://www.territoriocesch.com/noticias-2/io8qob8t26/Otros-antecedentes-a-considerar-sobre-la-crisis-ambiental-en-el-mar-de-Chilo%C3%A9

 

[4] Para profundizar en el contexto de la problemática: http://radio.uchile.cl/2016/05/03/marea-roja-pescadores-exigen-soluciones-dignas-al-gobierno/

 

[5] Para introducirse en el abordaje de las responsabilidades gubernamentales del desastre ver: http://www.eldesconcierto.cl/2015/12/10/nueva-crisis-de-la-industria-del-salmon-y-la-responsabilidad-del-gobierno/

 

[6] La inversión estimada es de USD 740 millones y contempla la construcción de un puente que atraviesa el Canal de Chacao, a la altura aproximada de Punta San Gallán, donde el Canal presenta un ancho de alrededor de 2.5 km. Ahora bien, para profundizar en la imposición antidemocrática, saqueo extractivista y postergación histórica que hay tras este proyecto, ver el artículo de Eduardo Mondaca, investigador del CESCH, en el siguiente link: http://www.eldesconcierto.cl/2016/02/25/las-razones-del-no-al-puente-en-chiloe-imposicion-antidemocratica-saqueo-extractivista-y-postergacion-historica/

 

[7] Las turberas son humedales formados por la acumulación de turba y que poseen una vegetación formadora de turba (Martinez-Cortizas et al. 2009). En estas áreas se deposita materia orgánica en distintos grados de degradación anaeróbica. Estos depósitos se forman en depresiones de terrenos o sobre sustratos rocosos oligotróficos, donde se acumula agua o ésta fluye lentamente bajo un régimen pluvial (lluvias) permanente (Schlatter & Schlatter, 2004). Cumplen el rol de reservorios de agua dulce para Chiloé, ya que el Archipiélago no tiene un suministro de agua a partir de deshielos como en el continente.

 

[8] Actualmente se lleva a cabo el proceso de planificación energética del Ministerio de Energía, en el cual se definirán los nuevos “Polos de Desarrollo Energético”; territorios donde se brindarán todas las facilidades legales para la expansión energética. Si Chiloé se define como tal, se continuaría con la destrucción de turberas de altura, agravando la sequía hídrica en comunidades rurales y asegurando la oferta energética para faenas mineras de gran impacto. Es necesario señalar que la demanda energética del país está totalmente cubierta y que se exporta energía a otros países, por ello es evidente la utilización de los megaproyectos para lucro privado y no por una necesidad social (Centro de Estudios Sociales de Chiloé, 2017)

 

Bibliografía/

 

Castillo, G. (2016). Marea roja: Pescadores exigen “soluciones dignas” al Gobierno. En Radio Universidad de Chile: http://radio.uchile.cl/2016/05/03/marea-roja-pescadores-exigen-soluciones-dignas-al-gobierno/

 

Centro de Estudios Sociales de Chiloé / CESCH (2017). Se inician reclamaciones ante el ministerio de energía para evitar que Chiloé sea declarado Polo de Desarrollo Energético. En http://www.territoriocesch.com/noticias-2/iy08lmws26/Se-inician-reclamaciones-ante-el-ministerio-de-energ%C3%ADa-para-evitar-que-Chilo%C3%A9-sea-declarado-Polo-de-Desarrollo-Energ%C3%A9tico  

 

González, P. (2015). Nueva crisis de la industria del salmón y la responsabilidad del gobierno. En periódico el desconcierto: http://www.eldesconcierto.cl/2015/12/10/nueva-crisis-de-la-industria-del-salmon-y-la-responsabilidad-del-gobierno/

 

Guaquin, V., Cárcamo, P., Tapia, B., Pino, J. (2016). Otros antecedentes a considerar sobre la crisis ambiental en el mar de Chiloé. En Centro de Estudios Sociales de Chiloé: http://www.territoriocesch.com/noticias-2/io8qob8t26/Otros-antecedentes-a-considerar-sobre-la-crisis-ambiental-en-el-mar-de-Chilo%C3%A9

 

Marino, M., Osorio, C. (1979). Chiloé, Cultura de la Madera: Proceso a los brujos de Chiloé. Castro: Imprenta Cóndor.

 

Martínez Cortizas, A., Pontevedra Pombal, X., Novoa Muñoz, J. C., Rodríguez Fernández, R. & J. A. López-Sáez. (2009). Turberas ácidas de esfagnos. En: VV.AA., Bases ecológicas preliminares para la conservación de los tipos de hábitat de interés comunitario en España. Madrid: Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino.

 

Mondaca, E. (2016). Las razones del no al puente en Chiloé: Imposición antidemocrática, saqueo extractivista y postergación histórica. En periódico el desconcierto: http://www.eldesconcierto.cl/2016/02/25/las-razones-del-no-al-puente-en-chiloe-imposicion-antidemocratica-saqueo-extractivista-y-postergacion-historica/

 

Schlatter, R. & J. Schlatter. (2004). Los turbales de Chile. En: Blanco, D & V. de la Balze (Ed.). Los Turbales de la Patagonia: Bases para su inventario y la conservación de su biodiversidad. Buenos Aires: Wetlands International.

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