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Narrativas del desarrollo energético en Chile: El caso de la energía eólica en Chiloé

20 de Julio de 2016

 

Por Jorgelina Sannazzaro

Doctora en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología.

Investigadora Universidad Alberto Hurtado/NUMIES.

FONDECYT Posdoctorado Proyecto nº 3160355. 

 

En la última década se multiplicaron los proyectos eólicos en Chiloé para suministro energético, los cuales se presentan como capaces de satisfacer en cierta medida las demandas que acompañan al desarrollo nacional, además de colaborar en la generación de un sistema energético más sustentable. Paralelamente a este incremento de proyectos, aumentan las movilizaciones ciudadanas en oposición a determinados emprendimientos eólicos, así como aparecen otras propuestas que parecen cuestionar el desarrollo energético actual para Chiloé.

 

Pese a la amplia aceptación de la energía eólica  por parte del público en general, la instalación de parques eólicos concretos ha encontrado en muchas ocasiones una fuerte oposición por parte de las comunidades locales, asunto que se encuentra bastante bien documentado en la literatura CTS sobre el tema. Con base en los aportes de esta literatura, con miras a ampliar la comprensión de este tipo de conflictos, propongo aquí explorar las narrativas del desarrollo energético en el caso de Chiloé, desarrollando preguntas tales como: ¿qué narrativa/s del desarrollo se configuran? ¿Cuáles son las metáforas productivas utilizadas?

 

Comprender los puntos de vista antagonistas, posiblemente nos permitirá utilizar la dimensión conflictiva de tales disputas para la transformación hacia sociedades bajas en carbono. Desde esta perspectiva sobre el conflicto, la idea hegemónica de que la planificación debe buscar “consenso” no sólo es contraproducente sino también perjudicial para los ideales democráticos (Barry and Ellis, 2011).

 

Para comprender la conflictividad y las relaciones antagónicas en proyectos de generación de energía, hay que considerar la concepción de uso del territorio de los actores intervinientes. En el caso de Chiloé, tanto las prácticas sociales como los modos de concebir el territorio se encuentran modelados por características como la insularidad, la ruralidad y la presencia de comunidades indígenas. Así, la disputa se enmarca en el sentido que los habitantes conceden al uso del territorio y en cómo estas definiciones entran en contradicción con emprendimientos privados y con las regulaciones estatales.

 

Pero esta situación más que explicar la oposición nos lleva a una pregunta medular: ¿Cómo es posible que estas características no se tuvieran en cuenta al momento de desarrollar proyectos de infraestructuras energéticas en Chiloé? ¿Qué tipo de narrativas guían estos proyectos y cuales guían su oposición?

 

Ofrecemos a continuación una tabla que esquematiza estas narrativas, captando sus principales diferencias. Si bien es cierto que en tanto esquema, deja de lado los matices presentes, nos permite visualizar los principales obstáculos para un dialogo fructífero entre las partes


 

 

Por un lado, la narrativa  de empresas / gobiernos asume que las energías renovables son intrínsecamente buenas y deseables, sólo marginalmente y de modo incipiente se contempla el modo de implementación de emprendimientos, características del territorio en que se emplacen o la importancia de los modos de distribución de costos y beneficios producto de su implementación. Generalmente los discursos suelen utilizar el plural, un nosotros unificador, acorde con una imagen de unidad nacional, donde corresponde al gobierno proveer un marco regulatorio e incentivo para atraer inversiones y así hacer realidad un Chile “verde” y con desarrollo sustentable. Mientras tanto, los grupos críticos a estos planes de desarrollo energético, hacen foco en la escala de los proyectos, percibidos  por lo general como excesivos y amenazantes para los modos de vida locales. A la vez que se quejan de ser invalidados discursivamente al ser tratados como ignorantes o ecologistas ingenuos.

 

En los 70’s Laura Nader en su participación durante las reuniones de expertos sobre planificación energética, observó que los expertos tendían a no considerar las opciones renovables (especialmente la solar) y ante sus preguntas argumentaron que el motivo era que la energía solar no era intelectualmente desafiante. “¿Qué es un desafío intelectual para estas personas? Parecen disfrutar algo complicado, peligroso, difícil y arriesgado, algo que requiere de alta tecnología y grandes sumas de dinero” (Nader, 2010, P. 200).

 

Pese a que podríamos pensar que el escenario es muy diferente en el Chile actual, en tanto las renovables encabezan la agenda energética nacional, sin embargo la narrativa de desarrollo sigue, en apariencia, la misma lógica que otrora: mega proyectos con inversiones millonarias, grandes infraestructuras que alimentarán el sistema interconectado central.

 

Esta narrativa viene acompañada por un dispositivo pedagógico de transmisión unidireccional y vertical hacia la sociedad, donde el conocimiento “neutro” y “autorizado” de técnicos y científicos lograría la “alfabetización energética” de los ciudadanos que, finalmente, entenderían los alcances y beneficios de las políticas energéticas. Esto es algo similar a lo que plantea Antonelli, el “campo epistemológico, su dimensión sociopolítica y ciudadana, es también una arena de disputas por el desarrollo” (Antonelli, 2009, P. 101). En ese sentido, investigadores de diferentes áreas del conocimiento y de distintas universidades, fundamentan una posición crítica ante los impactos socioambientales y económicos de las infraestructuras energéticas, a la vez que proveen razones para someter a debate las políticas que las sustentan. Sin embargo, no resultan ser las voces más audibles.

 

Esto último aparece claramente como queja en las entrevistas realizadas a la ciudadanía que se opone a proyectos eólicos en Chiloé, especialmente en el discurso de ONGs ambientalistas que perciben y denuncian, el sesgo de informes y evaluadores, así como también en el reparto de recursos y financiamiento para investigación. En muchos casos los profesionales que legitiman, por su condición de expertos / académicos, los discursos gubernamentales y/o empresariales, son los mismos que actúan como consultores, con la consiguiente relación laboral que esto significa.

 

Los grandes proyectos de ERNC presentan un único modo posible de implantación y el rol del Estado, conviniendo las reglas para un futuro próximo, que se parece demasiado al presente. En sus agendas quedan invisibilizados los argumentos (jurídicos, políticos, socioeconómicos, culturales y científico-técnicos) para rechazar la instalación de emprendimientos. En los discursos y documentos se asume un consenso sobre el tipo de desarrollo energético que Chile precisa en correspondencia con el apoyo a las energías renovables como idea abstracta, a la vez que se respaldan, por ejemplo, en las recientes encuestas deliberativas impulsadas por Energía 2050.

 

Para llegar a consensos en la toma de decisiones, se afirma la “igualdad de los interlocutores” (Antonelli, 2009, P. 98), mientras que, paradójicamente, se reduce la problemática de la energía a un asunto de expertos, naturalizando las transformaciones en curso y las representaciones posibilitadoras de la transición energética. De este modo, se limita el derecho a debatir (y construir) la agenda pública (Antonelli, 2009, P. 101). Asimismo, se propone una virtualización del debate, como por ejemplo mediante la agenda de Energía 2050, la invitación al dialogo se sitúa en un futuro que no permite incluir los problemas del presente, lo que redunda en un imposible, en tanto no hay futuro viable sin la posibilidad de disentir sobre el pasado reciente. La agenda de inclusión de las comunidades (la falsa panacea de la participación ciudadana) sigue protocolos de prevención a posibles tensiones que dificulten la actividad energética, mediante prácticas de generación de confianza, en especial, respecto de garantizar el acceso y uso de territorios, aguas y desarrollo de infraestructuras (Antonelli, 2009, P. 96).

 

El Estado reconfigura estratégicamente el conflicto como “malentendido” o “desconocimiento” (Ranciére, 1996) con la pretensión de desactivarlo así políticamente (Antonelli, 2009, P.99); el concepto regulador que aquí haría posible la desactivación es el de “ERNC”. Aun así, las comunidades insisten en su derecho de decir no.

 

Bibliografía

 

Antonelli, M. (2009). Minería transnacional y dispositivos de intervención en la cultura. In Minería transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales (pp. 51–119).

 

Barry, J.; Ellis, G. (2011). Beyond consensus? Agonism, republicanism and a low carbon future. In P. Devine-Wright (Ed.), Renewable Energy and the Public From NIMBY to Participation (pp. 29–42).

 

Nader, L. (2010). Barriers to Think New About Energy. In The Energy Reader (pp. 198–204).

 

Ranciére, J. (1996). El desacuerdo. Política y filosofía (Nueva Visi).

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