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Débil estudio científico intenta eximir de culpas a industria salmonera en la crisis socioambiental del mayo chilote

09 de Febrero de 2018

 

Por: Ricardo Segovia

 

En un artículo publicado en Scientific Reports – Nature en enero de 2018, investigadores de distintas instituciones chilenas afirman que condiciones hidroclimáticas de gran escala habrían desencadenado el excepcional florecimiento algal que causó la crisis de mortandad de salmones en el Archipiélago de Chiloé, durante el verano de 2016. Sin embargo, quedan una serie de dudas sobre la validez metodológica de sus resultados e interpretaciones.

 

El estudio de León-Muñoz y colaboradores se enmarca en una discusión entre dos hipótesis generales sobre el origen de los nutrientes que desencadenaron la proliferación de microalgas y la subsecuente crisis sanitaria de 2016 en Chiloé. Por un lado, se sugiere que este aumento de nutrientes (eutrofización de las aguas) 1) es una consecuencia del efecto acumulativo de la industria salmonera en la región, que lleva décadas descargando residuos de alimentos y de desechos metabólicos en fiordos y canales, y por otro que 2) condiciones climáticas de gran escala y anomalías hídricas asociadas al Fenómeno del Niño habrían impuesto influencias externas para el florecimiento algal de febrero-marzo de 2016.

 

Para poner a prueba la hipótesis 2, los autores de este estudio evalúan la variación de algunas condiciones oceanográficas durante los meses de febrero y marzo de 2016, y comparan las condiciones de salinidad y temperatura superficial del agua durante el florecimiento algal de 2016 con las del año 2012. Encuentran que las condiciones de salinidad en la superficie fueron mayores y que las temperaturas superficiales fueron menores durante el verano de 2016. Esto significaría un debilitamiento de la estratificación de la columna de agua, lo que habría permitido la emergencia de aguas ricas en nutrientes que, al interactuar con la alta radiación detectada durante el mismo período, habrían gatillado el crecimiento explosivo de las poblaciones de una especie de microalga altamente tóxica para peces.

 

Sin embargo, esta investigación adolece de problemas metodológicos que impiden que sus resultados puedan ser aceptados como evidencia científica, y que invalidan la narrativa especulativa del texto del artículo. El esquema hidrobiológico que hacen los autores, y que sostiene una parte importante de la interpretación de sus resultados, es deficiente. Por ejemplo, carecen de registros de nutrientes en aguas profundas para el año 2016 y solo hacen referencia a un trabajo no publicado con registros de 2015. Por otra parte, el año 2012, que usan para hacer la comparación desde la que desprenden que las condiciones de la columna de agua en 2016 fueron anómalas, no fue un año normal sino que, como ellos mismo mencionan, está inserto en un período iniciado en 2011 en el que prevalecieron condiciones frías en la costa chilota.

 

Pese a lo argumentado en el texto, los datos presentados por los autores no muestran diferencias visuales en la variación de salinidad y temperatura durante los meses de febrero y marzo de 2016. Solo muestran cambios en el oxígeno disuelto, pero esto no es discutido como factor asociado al aumento relativo de la microalga tóxica. De cualquier modo, las supuestas diferencias discutidas por los autores no están respaldadas por pruebas estadísticas, sino que responden a simples interpretaciones subjetivas. Tal vez lo único que se puede distinguir (y esta es mi propia interpretación también carente de validez objetiva) respecto a la salinidad es una disminución hacia fines de Marzo, pero esto es después del florecimiento algal, la muerte de salmones y el desastroso manejo de los desechos. Así, la asociación entre la supuesta variación en temperatura y salinidad superficial durante el periodo febrero-marzo con la variación en la concentración del alga tóxica resulta tremendamente especulativa.

 

Si bien es cierto, la sequía del periodo 2014-2016 en Chiloé y la tendencia de disminución del caudal de río Puelo durante los últimos 50 años son notorias, la interpretación del dato de 2016 no está correctamente respaldada. Se sostiene que en el verano de 2016 el caudal estuvo bajo la media histórica, pero no se muestra una medida de la dispersión de la media ni se hace una prueba estadística de la significancia de esta supuesta diferencia. Además, los autores dicen que el caudal durante 2012 -año usado en la comparación- fue normal basándose en el promedio durante los meses de verano, pero ignorando la tendencia obtenida vía regresión, que muestra que en el año 2012 los caudales fueron mayores a lo esperado de acuerdo a la tendencia histórica. En esta parte del estudio los autores cometen el error de usar el promedio sin mostrar los datos de variabilidad durante el periodo escogido, haciendo difícil creer su interpretación de los resultados y abriendo dudas sobre la robustez de un análisis comparativo que usa solo un año que, además, podría no ser representativo de condiciones normales.

 

Por último, el estudio carece de una evaluación seria de los mecanismos asociados a la emergencia de aguas profundas cargadas de nutrientes. Según los autores, el índice de Brunt Väisälä, que permite estimar la frecuencia de movimientos de parcelas a través de la columna de agua, para 2016 fue la mitad que para 2012, pero no presentan ningún método de análisis para estimar y comparar estadísticamente la diferencia entre estos índices, y ni siquiera muestran los valores de cada índice. Al no presentar análisis estadísticos, e incluso ocultar resultados, los autores simplemente apelan a una discusión visual de los gráficos y la confianza de los lectores en su interpretación de estos. Esto debilita aún más la débil aproximación correlacional, primero porque sus resultados no emergen de series temporales correctamente tratadas, sino que solo buscan coincidencias puntuales de variables en torno al desastre chilote, y segundo por el alto grado de especulación en la discusión de sus resultados.

 

De todos modos, hacia el final de la sección “Resultados” los autores reconocen que ellos solo están mostrando algunos cambios en las condiciones oceanográficas que podrían estar asociados al florecimiento algal, pero que son necesarios estudios más detallados, capaces de explorar la influencia relativa de cada una de estas variables sobre el fenómeno estudiado. Además, sugieren que es necesario superar su débil aproximación modelando la interacción de variables y comparando este evento con otros del mismo tipo. Lo que sorprende es que, a pesar de tener esta consciencia, en el título afirmen que fueron estas condiciones hidroclimáticas de gran escala las que desencadenaron el florecimiento algal. Esto es lamentable porque es conocido el efecto mediático que tienen los titulares espectaculares y las distorsiones que hace la prensa de los hallazgos científicos.

 

Respecto a la decisión de publicar este trabajo en Scientific Reports también vale la pena un comentario. En los últimos años la prestigiosa revista Nature ha abierto publicaciones asociadas de menor jerarquía que su línea central. Actualmente, en el segundo nivel jerárquico hay 17 nuevas revistas temáticas, cada una con un ritmo de publicación similar a la revista central. Luego, en una tercera jerarquía, hay otra serie de publicaciones llamada Nature Comunicationsque publica más artículos semanales que el conjunto de las publicaciones ubicadas en las jerarquías superiores, con un costo en calidad notorio. Finalmente, en un cuarto nivel jerárquico, y solo sobre las publicaciones de divulgación de Nature, se encuentra la línea Scientific Reports, que es una línea de publicación masiva en la que los autores deben pagar por publicar. Nature es una compañía privada que ha encontrado -y seguirá buscando- nuevas formas de maximizar el lucro con la publicación científica.

 

Para cerrar es necesario hacer un llamado a cuidar el prestigio que tiene la comunidad científica ante una Sociedad que espera de ella evidencia seria, que ayude a tomar medidas para evitar desastres socioambientales y a mejorar nuestra capacidad de adaptación social al cambio climático. Este tipo de estudios con titulares rimbombantes, metodologías débiles y decisiones editoriales que generan dudas sobre los reales intereses de los autores solo conducen hacia una pérdida de confianza muy difícil de reparar. Los instrumentos públicos de financiamiento de la investigación, por su parte, deben tomar urgentemente medidas para velar por una interacción positiva entre ciencia y sociedad, debido a la importancia de contar con evidencia científica para aclarar problemas que afectan la vida de muchas personas y que, por lo tanto, generan debate público.

 

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